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Las dificultades del tratamiento de la diabetes

“No hay diabetes buena. Todas son peligrosas.”
—Anne Daly, de la Asociación Americana de la Diabetes.


“SUS análisis de sangre revelan serias anomalías. Tiene que iniciar un tratamiento de inmediato.” Las palabras del médico fueron un duro golpe para Deborah. “No dejé de pensar en toda la noche que debía de tratarse de un error de laboratorio —relata—. Me negaba a creer que estuviera enferma.”

Como le sucede a mucha gente, Deborah pensaba que gozaba de buena salud, de ahí que pasara por alto los persistentes síntomas que padecía. Culpaba a los antihistamínicos de su insaciable sed, y al exceso de agua que tomaba, de sus frecuentes visitas al cuarto de baño. Respecto al cansancio, ¿qué madre que trabaje fuera de casa no termina exhausta?

Sin embargo, los análisis confirmaron que la culpa era de la diabetes. A Deborah le costó mucho aceptar el diagnóstico. “No se lo conté a nadie —dice—. Por la noche, cuando mi familia dormía, me quedaba mirando al vacío y lloraba.” Al enterarse de que padecen diabetes, algunas personas —al igual que Deborah— se ven invadidas por un aluvión de sentimientos, que van desde la depresión hasta la ira. Karen señala: “Pasé por un triste período en el que negaba mi enfermedad”.

Es natural reaccionar de esta manera ante lo que parece ser un injusto revés. Sin embargo, si se les brinda ayuda, quienes sufren este trastorno pueden adaptarse a la nueva situación. “Mi enfermera me enseñó a aceptar la enfermedad —comenta Karen—. Me aseguró que era normal llorar. Y la verdad es que desahogarme me ayudó mucho.”

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